El poder antibiótico del agua de mar

Numerosos estudios llevados a cabo en los últimos 124 años otorgan al agua de mar propiedades antibacterianas.

El poder antibiótico del agua de mar

De: Joan Miquel Coll, Departamento Científico de Laboratorios Quinton.

VortexQ

Somos conscientes de que las posibilidades del océano van a la par de su grandeza. Desde hace más de 120 años, hemos empezado a intentar plasmar todas las virtudes marinas de una manera racional, científica, alejada de cualquier interpretación azarosa. Eso nos obliga a tener en cuenta que la ciencia de hoy no es parecida a la de ayer y que será distinta a la de mañana; los conocimientos adquiridos evolucionan sin parar, a gran velocidad, y el mundo de la infinitesimalidad, en una consideración antropocéntrica, empieza sólo a ser indagado racionalmente. Vamos a ver, de una pincelada, ese famoso poder antibiótico del mar, (¿antibiótico, eubiótico, simbiótico…?), que no se puede encasillar con facilidad.

La fecha de inicio del conocimiento científico del poder antibacteriano (impropiamente llamado antibiótico) del agua de mar, empieza su singladura en 1889, con las observaciones del médico italiano Vicenzo De Giaxa.

Vemos que muchos años después, en 1963, Olensen, Maretzki y Almodovar confirman que: « Los océanos podrían ser una amplia reserva de sistemas vegetales produciendo diversas substancias antimicrobianas”. Los investigadores Aubert  y Gauthier, en 1972, ponen al descubierto que un 20 a 25% de las diatomeas mediterráneas producen substancias antisépticas o antibióticas. El CERBOM (Universidad Internacional del Mar) ha demostrado, partiendo de la biomasa planctónica recogida en alta mar, que una actividad anti Escherichia coli estaba presente, sistemáticamente, a lo largo de todo el año. Y sobre todo su efectividad se incrementaba cuando la tasa fitoplanctónica se veía potenciada. Por fin, recientemente en 2013, se ha evidenciado en EE.UU., “un nuevo antibiótico” el anthracimycine particularmente efectivo en el ántrax entre otros. (1)

A lo largo de estos estudios, in vitro e in vivo, observamos la repetición inquebrantable de la puesta en evidencia de un fenómeno “antibiótico” difícilmente clasificable siendo  la naturaleza de esta acción antibacteriana aumentada por la acción de la luz solar.

Algunos de estos elementos antibióticos tienen una vida corta, es el caso del acido acrílico que se limita a actuar en su microambiente, otros presentan una vida larga como otros ácidos grasos, las clorofilidas o los taninos; todos son dotados de una gran capacidad de difusión debido a las corrientes oceánicas horizontales y verticales. Este tipo de corrientes, más propias de los Vortex marinos, presentan una característica de torsión helicoidal que hoy se están estudiando muy intensamente por la ciencia      oficial (2). Por otra parte, numerosos autores evidencian substancias antibióticas, eubióticas, simbióticas, pero sin poder identificar su naturaleza química. Una observación incuestionable es que el poder antibiótico del agua de mar es termolábil, o sea que desaparece al calentarla.

Los elementos antimicrobianos se ven liberados en el agua de mar por las grandes algas, así como por las micro algas fitoplanctónicas y ciertas bacterias marinas, su presencia es muy variable y va asociada a la tasa fitoplanctónica. El océano está dotado de una perpetúa acción antibacteriana (equilibradora) y esta acción se ve potenciada cuando aparecen eflorescencias de algunas formas fitoplanctónicas.

Eflorescencias en el golfo de Vizcaya

TierraQ

Es conveniente, para nuestra aproximación simplificada, especificar claramente lo que es el plancton, tanto el fitoplancton como el zooplancton:

Está al origen de la vida.

Representa el 50% del aire que respiramos.

Es la fuente, inagotable, del petróleo.

Es el 98% de la biomasa de los océanos.

Es el regulador principal del clima.

Etc.

 

El conjunto de partículas en suspensión en el agua de mar forman el sestón que a su vez se divide en triptón (partículas sin vida) y el planctón (partículas vivas). Este último reagrupa los elementos que se dejan llevar por las corrientes. Tanto el zooplancton como el fitoplancton constituyen la biomasa más importante de nuestro planeta.

Los seres unicelulares, que se cuentan en micrómetros (1/1000000), son los protistas y se consideran como antepasados de todas las plantas y animales existentes. Tenemos por lo tanto protofitos y protozoarios capaces de asegurar el conjunto de las actividades de los seres vivos, que en muchos casos se desarrollan en condiciones extremas.

El poder antibiótico del agua de mar difícilmente se puede clasificar, es el totum del agua marina lo que le confiere esta capacidad, amén de los posibles efectos antibióticos puntuales evidenciados, según las cepas encontradas. Por lo tanto vemos que este conjunto simbiótico en realidad marca nuestra evolución y ayuda a nuestra capacidad orgánica a reaccionar. La Terapia Marina actúa, de una manera incuestionable, gracias a la impronta del totum mineral-orgánico del zoo y fitoplancton, siempre que, como han demostrado los numerosos estudios llevado a cabo, se respete la sensibilidad del agua de mar al calor.

Por lo tanto poder “antibiótico”, sí, aunque no parece ser la palabra más apropiada, pero los efectos reparadores del mar se pueden observar en numerosos procesos de debilitamiento de la salud incluso cuando atribuimos a un agente microbiano esta responsabilidad.

(1)   La bibliografía está disponible en Internet.

(2)   http://www.youtube.com/watch?v=0jHsq36_NTU&feature=player_embedded

 

Para acceso de este articulo consultarlo en: http://www.quinton.es/index.php/noticias

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